No, no crea que el veneno del despecho
me hace hablar, ni la envidia de saber
que otro ocupa, el que nunca fue mi lugar;
pues a decir verdad, nunca te sentí
de mi propiedad, siempre me fuiste ajena.
Porque para dar el corazón,
yo no precisó de apropiarme de la persona,
me basta con sentir que me amabas,
para dejar desbordar mis sentimientos
y olvidarme del mundo y hacerte mi universo.
Y disculpe si hasta la despedida me sale en verso,
pero ahora ella es quien me mueve el tapete,
la que pone el sol en mi ventana con su sonrisa
y mi luna al anochecer.
Oxwell L’bu
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