miércoles, 27 de mayo de 2020

Sorbitos de felicidad...

Así te recuerdo yo...
Enamorada de la vida,
celebrando cada día, cada momento,
haciendo de la felicidad algo
al alcance de la mano.

Así te recuerdo hoy,
una mujer alegre por vocación,
que siempre tenía en sus labios
una hermosa canción,
porque tenías alegría en el corazón.

Así te recuerdan quienes,
se llenaron con la alegría
de tu presencia...
Dime cómo no lamentar
tu ausencia.

Pero creó que la mejor forma
de honrar tu memorias,
es robándole a la vida esos
sorbitos de felicidad.
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Acomodando sentimientos...

Era tan difícil, el tan solo plantearse
la posibilidad de tu ausencia,
pues mi vida reclama tu presencia;
pero como un acto de fe,
no de cobardía, te puse en las
manos de Dios.

Y al hacerlo, algo se desgarro de mi,
no porque no confiara en Él,
sino porque aquello implicaba,
aceptar su voluntad...
Y con paz la he aceptado,
pero todavía no he acomodado
mis sentimientos.
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Esa reserva de ternura...

Ella recibía con alegría y sorpresa,
las flores que le llevaba
y no le importaba,
que las hubiera hurtado
de su jardín.

Ella celebraba mis modestos
logros...Si, si se leían mis versos
en los actos escolares,
los celebraba como si hubiera
recibido un Nobel o una
distinción presidencial.

Cuando se enteró que su
retoño escribía canciones,
no dudó en llevar el demo
que había grabado a una
radiodifusora.

Como no celebrar a una madre así,
como no llorar su ausencia,
como no extrañarla, si ella era
esa reserva de ternura,
que Dios puso para mí.
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Ese amor incondicional...

Ella me dio la vida y desde ese día
iluminó mis días con su mirada;
con ella conocí eso que llaman
amor incondicional...
Me amaba igual, si era el mejor
de la clase o si le lavaba la libreta
escolar, tapizado con rojos.

Con ella eran tan fácil,
pasar del enojo a la sonrisa,
era tan sencillo ser feliz,
con sus detalles.

No, ella no me idealizaba,
porque eso hubiera sido
castigarme, en vez de eso,
me aceptaba tal cual soy,
porque su amor no era un premió,
era en esencia gratuidad y bendición.
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