La vida me ha regalado momentos, momentos que se viven una sola vez, pero dejan extasiada el alma... Momentos simples, sencillos pero sublimes y de una belleza inolvidable.
Conozco la soledad, la he visto frente a frente y me a mostrado, no sólo ese lado bohemio y hasta deseable, sino también el lado ingrato, ese que te deprime y te hace sentir en agonía. La conozco también, como ella me conoce a mi.
¿Que si conozco la soledad? Si la he besado en la boca hasta quedarme totalmente borracho de melancolía...Es en sus brazos que me han dictado esos versos que no parecen palabras sino alas de ángel, porque elevan el alma, es en su lecho que he descubierto el valor de la compañia, es en su intimidad donde he aprendido que amar va más allá de la unión de dos cuerpos, pues el amor trasciende al alma.
La soledad me ha mostrado lo que no refleja el espejo, porque cuando me veo, solo veo que me estoy poniendo do viejo, en cambió ella me ve a mi como el vino añejo y me muestras que hay cosas en mi que alguien más podría ver...
¡Soledad, soledad! Tan bendita y maldita, tan deseable y despreciable, tan fecunda y tan estéril, tan plena y tan vacía, tan ajena y tan mía... Soledad tengo tanto que agradecerte, como las canciones que he escrito y siguen inéditas, como esos versos inefables en los que se sigue orinando el duende del tiempo, pero más que eso, por esos encuentros con lo divino y eterno.
Oxwell L’bu Copyright © 2017
