***Gotas de luna***
Ella solía colectar
gotas de luna cada madrugada,
cuando nadie la veía,
cuando nadie la observaba.
Antes de dormir,
antes de soñar,
antes de amar,
ella se ponía gotas
de luna en los ojos.
Una en cada ojo,
para que no se rompiera,
el encanto de las noches
de plenilunio, cuando la luna
lloraba y temblaba de la emoción.
Si, ella se ponía gotas de luna,
una en cada ojo, luego hechaba cerrojo
y se desnudaba como si estuviera sola,
luego se percataba de que allí estaba yo esperándola.
Esperándola para amarla y poner en su vientre
una luna llena; para amarla y dejar correr
en su utero sideral mil estrellas,
que brillaban como sus bellos ojos
al amanecer.
Ella ponía un par de gotas de luna
en sus ojos y su mirada se volvía hechicera;
ya no era lo mismo compartir el lecho
con cualquiera, porque nadie más tenía
ese encanto que provocaba en mi un canto.
Y la luna nos miraba, no sé, si querien bajar
a nuestro lecho o prefería ser testigo,
de una entrega más que pasional,
pues aquello era consumar y consumirse
en el amor.
Pues cuando ella hacía el amor,
con amor, gotas de Luna,
emergían de su vientre,
eran como diamantes,
de esos que los amantes
se obsequian en la luna de miel.
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