jueves, 10 de febrero de 2022

“Amores en bicicleta”



***Amores en bicicleta***
Yo no tenía un auto para lucirle
y sacarla a pasear,
pero éramos felices, saliendo
a caminar, tomados de la mano.

Pero de vez en vez, yo iba
por ella al colegio,
en mi vieja bicicleta
y ella sin dudarlo se subía
y se acomodaba como podía.

Por eso de vez  en vez recuerdo,
esos amores en bicicleta,
yo manejaba y ella me besaba,
entonces los pedales aceleraba 
y la doncella más y más me besaba.

Era más que una aventura,
pues sentía que la bici se elevaba,
de la emoción que me causaba;
mientras ella suspiraba.

Hoy tengo un carro y cómodamente,
la podría sacar a pasear...
Pero no se donde está, sólo sé,
que daría todo por volverla a besar,
mientras manejo aquella bicicleta.
Oxwell L’bu copyrights 2022
#Amoresenbicicleta


 

“De manita sudada III”


 “De Manita Sudada…”

(Tercera Parte) 

Entre un mundo de gente, camina adolecente, buscando una identidad que le es esquiva, realidad que de vez en vez emerge difusa que lo reta a ser creador o critico, de un mundo que le cierra las puerta, para que se cuele por la ventana…


Miguel Alejandro, luego de dejarla en su portal, caminaba de regreso a casa, repitiendo como si fuera un rezo su nombre, en una letanía interminable de frases, de palabras que le hacían evocarla; aquellas calles que hasta ayer no le decían nada, hoy eran tierra sagrada, donde ilegibles estaban las huella de su niña enamorada…Como nunca sentía el aroma de las flores de los jardines de aquellas casitas todas iguales, donde los matorrales de buganvilias parecían celebrar con el…En la esquina de siempre, aguardaban por él, Estuardo y Héctor, con un cumulo de preguntas y en el rostro ese sonrisa picara y cómplice de los amigos con quienes se comparten las travesuras.  Fue Estuardo el primero en preguntar: -¡Puchica vos! estaba bonita la patoja y que onda, ¿Es ahora tu novia? –No. Se apresuro a responder.  Héctor comento; -No me digas que no te pusiste las pilas vos, la guisa (muchacha) esta chula vos.  –Si mucha, pero ella no es como todas… -¿Y le sacaste el 21? Pregunto Estuardo. –No mucha, ya les dije que ella es diferente, apenas nos conocimos y a las flores hay que regarlas. – ¿Vos y como se llama? –Se llama Maribel.  Este bonito el nombre, replico Héctor. Luego de bromear y hacer más preguntas indiscretas, se despidieron.  Aquella noche sin que nadie, lo notara en su casa, Miguel Alejandro, se subió al tejado, llevando consigo a su gato, un pequeño radio a transistores para escuchar música y una sabana.  Se tendió donde pudo, deseando con toda el alma, el haber causado en Maribel, la misma impresión que ella había causado en él, le apretaba tan fuerte el corazón y le hacía repetir su nombre y recitar aquellas palabras:  Hoy un ángel a sobornado al destino, se cruzo en mi camino, haciendo al corazón estremecer y descubrí cuanta belleza pueden  reflejar unos ojos de mujer…Y así pensando en ella se quedo dormido. 


Fue a partir de aquel día, que instituyo aquel ritual: se apresuraba para hacer la tarea y las cosas de casa, luego al dar las cuatro, con ahincó lustraba sus zapatos, se limpiaba una y otra vez los dientes, se bañaba, se enlocionaba, para luego salir a verla.  Compartían cosas sencillas, pláticas amenas, un paseo por las calles de la colonia, a ella le gustaba jugar de adivinanzas y hablar de música… Un par de horas, luego se despedían y al regresar a casa, allí estaban sus amigos en la esquina de siempre esperándole, animándole, queriendo  saber que tanto aquel día había avanzado…Sabiendo que los consejos no estaban de mas el entusiasmado los escuchaba, ya que cada palabra que se refería a ella, era como un leño que mantenía la hoguera…


Seguía escribiendo las cartas, como un asalariado de Cupido,  luego se ponía a hacerle aquellas bellas y elaboradas tarjetitas, en papel calco para Maribel las cuales pintaba en colores pastel…Pero a la hora de buscar, una forma de camuflaje, sus sentimientos con frases que lo dijeran sin decirlo, las palabras simple y sencillamente, se le escurrían de las manos, como peces en el rio. Pensó una y otra vez, en declararle sus sentimientos, pero cuando tomaba valor, alguien llegaba, o la llamaban, o se quedaba balbuceando palabras que al final no le salían.  Se preguntaba una y otra vez, porque le era tan complicado escribirle o decirle sus sentimientos y a la vez esa facilidad para enamorar con las palabras a las novias ajenas…


Un finalmente, todo se confabulo, para regalarle aquel momento, no supo, ni cómo ni cuándo, pero a quemarropa le lanzo la pregunta: ¿Quieres ser mi novia? A lo cual Maribel sin decir sí, ni no, respondió de forma esquiva.  El muchacho lo interpreto, como un NO caritativo, ahora de aquel león al que no le cabía el corazón, solo quedaba un gatito cautivo y como un fugitivo, luego de despedirse se marcho.  Estuardo y Héctor, lo esperaban donde siempre, el los vio y siguió de largo, por un momento pensaron en seguirlo y preguntar, pero era evidente, que su vuelo, era el vuelo de un pájaro herido…


Un par de días después, pudieron hablar con él y sin mayores detalles, ellos comprendieron, lo que había sucedido, pero convencido de que todo en la vida, merece otra oportunidad, Estuardo le dijo: No te sientas así, ella no te dijo que no, eso quiere decir… Eso quiere decir, que no quiso lastimarme. Replico Miguel Alejandro. –No vos, eso quiere decir, que al igual que vos, ella no sabe cómo reaccionar, vos mismo decís que no ha tenido novio.  Bueno entonces, escribile una carta, de esas bien chileras, como las que escribís vos, explicándole tus sentimientos y diciéndole que si te confundiste, eso no significa que no puedan ser amigos. Esa misma noche, se puso escribir aquella carta sin remitente, que entregaría personalmente.


Al día siguiente, renovó aquel ritual  y al dar las cinco, se fue a verla.  A la distancia vio, que alguien miraba por la ventana, luego se escondió, toco el timbre, pero no abrió ella, si no la hermana.  –Hola que tal, disculpa esta tu hermana. – No fíjate, que la vino a traer un muchacho y se fue con el…Miguel Alejandro sintió, que el mundo se desplomaba delante de él…Luego la hermana soltó, la carcajada y le dijo: -No son cuentos, ahorita viene, se está poniendo chula para ti…El ya no supo que decir.  Momentos después ella salió, lo tomo de la mano y se fueron a caminar por las calles de la colonia. Ella le pregunto, que porque dejo de llegar de repente, que si le había sucedido algo en fin, el le dijo que no se había sentido bien (No le podía decir que porque no había llamado, pues por ese tiempo, muy pocas casa en la Colonia contaban con servicio telefónico).  Regresaron a la casa de ella y antes de despedirse, el saco la carta y se la entrego, ella lo vio con un dejo de tristeza, tomo la carta y se dispuso a entrar, pero se regreso y en un momento mágico, acerco su boca a la de él, incrustándole uno de sus dientes en el labio inferior y así sellaron el inicio de aquel gran amor.  Un amor que buscaba momentos a solas para robar un beso, besos con sabor a menta, donde una caricia desataba una tormenta de hormonas alborotadas… Manos que cuando se encontraban la ocasión para encontrarse temblaban de emoción y estaban sudando…

Oxwell L’bu copyrights 2011

#Elprimeramor

“De manita sudada II”


“De Manita Sudada…”

(Segunda Parte)

Esa picardía ingenua que gravita en las mentes, de los patojos de todos los tiempos, en ellos no se hizo esperar…Por aquellos tiempos  a “alguien”  se le ocurrió darle un valor nominal, a algo que corría de mano en mano y por lo cual había que pagar, pero una vez usado, era descartado, eran los tickets o boletos para abordar el autobús de servicio público, dado  que para el control del pasaje venían numerados,  a “alguien” se le ocurrió, que cada vez que al sumar los dígitos sumara 21, este podría ser canjeado por un beso… Nadie sabe, como, ni cuándo pero la idea fue aceptada por ambos bandos (chicas y chicos) aun que por supuesto la chica no estaba obligada a cambiar, el mentado 21  si el chico no era de su  gusto o agrado, fue así que como polvorín, aquella idea se expandió por barrios y colonias de la capital.  Y allí andaban los patojos hurgando en las calles, para hacerse del os mentados 21…. 



Miguel Alejandro seguía escribiendo, cual si fueran encomiendas aquellas cartas de enamorados, al parecer, el solo fantasear que eran para aquella, “Niña de sus Sueños “ que aun no conocía, le hacía escribir a un en prosa , la poesía más hermosa… Héctor  y Estuardo sus amigos inseparables, seguían usando fijadores, peinándose hacia a tras, para que el pelo les quedara parado y así, aparentar un poco mas de estatura.  Fue por estos días, que hablando del tema eterno, que les ocuparía el resto de sus vidas, el de las mujeres… Decidieron, ponerse un plazo para conseguir guisa (novia), a sabiendas que las chicas más o menos de su edad, no les ponía coco(no les prestaban atención) pues los miraban como niños, mientras ellas crecían con la rapidez de un tulipán, luego del invierno. Por lo que buscarían chicas más jovencitas, pero que no fueran niñas,  lo cual  reducía sus probabilidades. 



Siempre andaban los 3 juntos, como mosqueteros sin espada, con el alma alborotada y esas ansias locas de aprender a besar… A la hora que se empezaban a transmitir las mentadas novelas por la tele, inventando cualquier escusa, se sentaban con la mama, frente al televisor, para ver que aprendían; por supuesto no faltaban los oídos atentos, en las reuniones de las esquinas, escuchando las historias (muchas veces exageradas) de los muchachos mayores y sus traídas (novias).  Entre tanta información desvirtuada, no sabían que creer y la pregunta eterna, sin responder era: ¿Qué es lo que le gusta a una mujer?

Preguntarle a la mama, no era una opción, por esos tiempos esas cosas no se hablaban en casa (en la mayoría de los casos) y si se hablaban siempre se hacía con frases disfrazadas.  Por ejemplo, los patojos no entendían, el porqué, en un día caluroso, estando en una piscina, algunas chicas, no se metían a nadar, o porque en el colegio alguna chica salía con el suéter atado a la cintura, o el taparse la cara cuando en la tele dos actores se besaban, o en el caso de los varones, experimentar esas erecciones involuntarias, en los momentos menos indicados…


Todos los días, a eso de las 6 de la tarde, cuando el sol está a punto de irse a dormir, se miraba en la Colonia, los grupos de patojos, en las esquinas chuleando a las patojas o aplanando calles, yendo de arriba para abajo, para pasar una y otra vez, frente a la casa de una chica que les gustaba.  No era extraño tampoco, verlos con un radio portátil, escuchando música en ingles o español de los artistas de la época. No faltaban los que se quedaban parados frente a la ventana de la chica y le subían el volumen al radio y se ponían a cantar, aun que ellas no salían. No faltaban tampoco los picarones, que andaban en el colegio, poniéndose debajo de gradas o escaleras para verles a las chicas los calzones, para luego comentar entre los amigos, de qué color lo tenían.  De parte de las chicas tampoco faltaban, aquellas que eran más abusadas y a forma de pedradas, se le quedaban viendo a los chicos para chivearlos (que sintieran vergüenza).


Fue la tarde de un domingo, en que los tres mosqueteros, se peinaron, se perfumaron con la colonia del papa, lustraron los zapatos y chequearon su apariencia, una y otra vez, antes de salir, a una de aquellas fiestas donde la mayoría asistía sin invitación, los mentados repasos, que en la mayoría de los casos estaban llenos a reventar.  Ya habían ido a uno de la llamada Isla, pero no se podía entrar, por lo que caminaron, sobre la 17 calle, hacia la 5 avenida, donde había otro, pero estaba igual, lo bueno para los patojos en aquellos alborotos, era la posibilidad de pasar respirando el aroma del cabello de una chica o sentir su cuerpo cerca, aun que claro no faltaban los aprovechados…


Como pudieron entraron a la fiesta, la música invitaba a bailar, algunos como podían, se abrían espacio, para impresionar a las chicas con los pasos, que acababan de aprender. Algunos ante la falta de chicas disponibles, hacían como una fila, donde uno a uno iba mostrando su talento para bailar, tratando de llamar la atención.  Los tres mosqueteros estaban allí, viendo el panorama, cuando Estuardo noto, que una chica miraba hacia  donde estaban ellos con insistencia, sin lograr disimular, el se los hizo saber a los otros dos, pero Miguel Alejandro repuso: -No es a nosotros, mucha.  Héctor replico: -Te está viendo a vos, verdad que si Estuardo.  –Simon vos, te está viendo. Miguel Alejandro les volvió a decir: -No me den casaca mucha.  No en serio, te está viendo, repusieron los dos.  Como ella estaba bailando con alguien, Estuardo y Héctor se la ingeniaron, para averiguar el nombre del muchacho, luego fueron hacia él para decirle, que alguien afuera lo buscaba.   Al quedar ella sola, animaron a Miguel Alejandro, para que fuera a sacarla a bailar, el no estuvo del todo de acuerdo, por la mala jugada, pero la verdad era que desde que la vio, esos ojos lo cautivaron.


Fue hacia ella, como quien va a enfrentarse una terna examinadora en la universidad, le temblaban las piernas y aun que en cuestión de segundos, ensayo una y otra vez lo que le iba a decir, cuando la tubo frente a él, no supo que decir… Sus ojos eran como soles, él como un plástico que se  derretía y descoloría frente a su mirar…Pero no hicieron falta las palabras, ella lo tomo de la mano y se pusieron a bailar.  El se sentía inútil, incapaz de poder articular palabra alguna, ni siquiera para preguntarle su nombre… Momentos después, volvió aquel muchacho, buscándola, ella al verlo, tomo a Miguel Alejandro de la mano y como pudieron se escabulleron a otro rincón de la sala, escondiéndose entre el montón, ella le dijo: Que bueno que ya se fue, yo ya no quería bailar con él, pero es tan insistente y se te pega como chicle… ¡Gracias!  ¡Hola! Yo me llamo Maribel y tú. –Yo, yo Miguel Alejandro. 

Al percatarse, que se había ido el muchacho, regresaron a bailar.  Estuardo y Héctor al ver que definitivamente, no había chicas para bailar y que además no querían hacer tierra (estorbar o ser impertinente)  decidieron irse, no sin antes despedirse de Miguel Alejandro y con discreción, dejarle un par de 21 en la bolsa de la camisa.


Oxwell L’bu copyrights 2011

#Elprimeramor


 

“De mamita sudada”


“De Manita Sudada…”

(Primera Parte)

En esa edad de la inocencia, cuando nos sorprende la impaciencia por querer crecer…Cuando las hormonas son maratonistas que no paran de correr…Cuando un granito en el rostro nos echa a perder la apariencia y vamos cobrando conciencia de cosas que ignoramos hasta ayer…


A los patojos se les podía encontrar, en el lugar de siempre, las canchas de juego, donde iban tomando estatura sus aspiraciones de hombres y poco a poco se sumaban desertores, que ahora eran como centinelas de las esquinas corriendo tras de las faldas de alguna chica, que poco a poco iba mostrando sus dotes de mujer.


En este lapso de la vida que nos llega de repente y que igual termina sin despedida, Miguel Alejandro al igual que sus amigos, poco a poco le daban despedida a los pantaloncitos cortos y el espejo empezaba a ser un amigo y enemigo recurrente. Los juegos que antes tantos los entretenían empezaban a perder sentido y las que siempre fueron sus aguafiestas, las criaturas mas funestas, empezaban a robarles la atención. Pero el al igual; que dos de sus amigos guardaban con celo una preocupación; veían a sus amigos crecer y ellos cada día se parecían encoger, cual si fueran nuevas prendas que se lavaron sin echarles el sanforizado. La música poco a poco se empezaba a apoderar de su mundo, escuchando  palabras que antes solo oían… De repente una mirada bella, una cintura tallada, unas piernas contorneadas, una cadera coqueta o un escote generoso captaban toda su atención, provocando un aceleramiento de su corazón que hacía que la sangre se les subiera a la cabeza y se sonrojaran  ante la menor insinuación.


Cual si fueran uvas en la viña de la que se va tomando las uvas, uno a uno, de aquel grupo de amigos de toda la vida, sin darse despedida, poco a poco cada uno se iba corriendo tras su propia ilusión, esa ilusión primera que deja una huella en el corazón.  Y un día, se vieron solo los tres, como mosqueteros sin espada, esperando la luz de la alborada… Para engañar a sus propias emociones, jugaban noche y día a la pelota, pero sin que nadie les dijera nada, cuando miraban a una parejita de la mano o dandose un beso, sabían que en su vida algo les faltaba…


Ante aquellos primeros infortunios, decidieron, retorcerle un poco la mano al destino o a lo que fuera, que no les permitía crecer  al ritmo que su contra parte exigía…Cambiaron sus peinados, buscaron zapatos, que les ayudara a ganar estatura, aprendieron a bailar como trompos, agiles y con gracia.  Cada vez que podían o sabían, se iban a plantar de mirones a los repasos (fiestas), que en la Colonia con frecuencia se hacían, donde casi todos iban con su pareja y las que quedaban sueltas, había ya un enjambre de abejas que se alzaban hacia ellas como abejas a la miel.


Pero como todo en la vida, siempre hay una carta escondida, que debemos descubrir.  Miguel Alejandro pese a que a cada momento tropezaba con su mala ortografía y una caligrafía, que era difícil de entender, tenía esa gracia de escribir  con la dulzura y encanto a flor de piel, lo cual le permitía participar de forma sobre saliente, en los concursos escolares de poesía y composición, bueno, luego de haber sido corregida la ortografía.  Esa sola gracia, hacia que muchos de sus amigos,  llamaran a su puerta, en espera de una ayuda para escribirle cartas perfumadas, a los doncellas que les robaban el sueño.  Algunos le empezaron a pagar, lo cual era una especie de soborno, para que Miguel Alejandro no fuera a delatar, que el autor de aquellas cartas de enamorados era él. Y así empezó a ganarse  en la vida, el primer dinero de su haber, escribiendo cartas que no firmaba, pero que llevaban ese sello, que no se puede esconder.  Lo mas irónico era que algunas veces se veía escribiendo cartas, a muchachas que a él le gustaban, pero que ellas lo ignoraban, ya que lo miraban como un niño. 

Oxwell L’bu copyrights 2011

#Demanitasudada