De sus labios emanaba el vino de la vida,
eran embriagadoras sus palabras,
como un dulce vino que troca la
tristeza en alargaría.
Expresaba cosas bellas,
en realidad eran expresiones
de su alma, que como semillas
habían sido plantadas en lo
profundo de su corazón.
No, no era un embaucador,
cuando hablaba del amor;
lo expresaba de una forma
tan tierna, tan sublime y sencilla,
que era una bella melodía,
corriendo con el viento.
Sus expresiones eran sencillas,
nada elaboradas; sin tratar de convencer
o de acentuar una expresión para
que la recordaras, pues en si todo
cuanto expresaba era digno,
de no olvidarse nunca
y de cobrar vida, en la propia vida.
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