miércoles, 31 de mayo de 2017

"Doña LUCY FERnandez "

***Doña LUCY FERnández***
(Parte I)
 Tras de una cerca de madera desvencijada, los patojos con las pupilas dilatadas, como hipnotizados, miraban como el agua se deslizaba por las lisuras y curvas de el cuerpo desnudo de doña  Lucy, quien alegremente se bañaba, sin percatarse que su cuerpo de diosas despertaba instintos aun dormidos… A guacalaso limpio, con agua entibiada por el sol ella era como una azucena al sol.

Bella como ninguna, de piernas contorneadas, cintura delicada, curvas perfectas y un bello rostro, de pómulos encantadores, ojos de gata, boca pequeña de rubí y un encanto capaz de despertar a un muerto de su tumba.  Doña  Lucy despertaba la envidia de las mujeres  y la lujuria de los hombres. Era un secreto a voces, que las viejas puritanas que solo viven con las ganas, la consideraban el mismo Lucifer, con cuerpo de mujer, una especie de hechicera, a la cual se referían como una cualquiera…No faltaba quien la culpara de su viudez prematura, ya que las malas lenguas aseguraban que su esposo había muerto de un infarto, provocado por los excesos y la lujuria que ella provocaba en él cuando le hacían el amor.

Todos aseguraban que, la explicación que ella dio por su deceso carecía de razón, pues nadie amanece muerto con la sonrisa de un tuerto…Doña Lucy lo sabía, pero que explicación merecía, quien no sabe escuchar. Ella vivía feliz, con la conciencia tranquila y esperando que un día el amor la volviera a sorprender y poder sentirse nuevamente una mujer.
Vivía de una modestia pensión que recibía, del auxilio póstumo así como de la venta de productos de belleza, para los cuales ella era la mejor publicidad.

Los hombres le compraban, en dos pagos para tener una escusa para verla, las mujeres pensando que así, se parecería a ella.
Era fiel devota de la Virgen del Rosario a quien le rezaba a diario y aun que sus visitas a la iglesia escandalizaban a las viejas santurronas,  no faltaba a misa, aun sintiéndose juzgada y observada dese la cornisa. La belleza era algo difícil de llevar entre las mujeres por las envidias disfrazadas y entre los hombre por sus amabilidades mal intencionadas.
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