miércoles, 31 de mayo de 2017

"Doña LUCY FERnández"

***Doña LUCY FERnández***
(Parte II)
Para aquella patojada que estaban a punto de sufrir la metamorfosis, de pasar de la niñez  a la pubertad doña Lucy se transformaba en esa mujer ideal, que provocaba en ellos espasmos de agua mineral y aquellas erecciones involuntarias, adquirirían la impetuosidad de quien está listo para el amor, sin tan siquiera de un beso haber probado el sabor.

A doña Lucy, se le figuraba que desde la muerte de su esposo en los menesteres de la cama, de vez en vez el demonio se acostaba en su cama pues en ella veía dibujada su silueta…En esos días en que el deseo la consumía, en que la lujuria la quemaba sin consumirla; porque la pasión se desataba en todo su ser cual perro rabioso que mordía a cualquier intento por sosegarla.

Aquellos momentos desbordantes, en los que buscaba la autocomplacencia, al pasar le pasaban la cuenta a su conciencia, la cual le reclamaba su alejamiento de la pureza de la abstinencia.  El demonio de la culpa, la atormentaba con reproches que chocaban con su fe y sus convicciones, que en aquellos momentos parecían tomar vacaciones… Pues pensaba que ella siendo tan devota de la Virgen, no debía permitirse aquellos arrebatos de auto placer, que la hacían estremecer.

Ella sentía que todo aquello, la alejaba de Dios, lo cual la mantenía por días  con terribles dosis de culpa que mescladas con los comentarios gratuitos de las puritanas, hacían estragos en su alma.

¡Que Dios nos agarré confesados! Fue la expresión al verla a la iglesia entrar, para el rezo del Rosario.  Por San Patricio ese cuerpazo es un desperdicio. Por Santa Chiruca la abstinencia se pone yuca. Por santa Teresa quien besara sus labios de fresa… Así seguía la letanía que la acompañaba hasta su entrada al confesionario, en el cual luego de confesar las mismas culpas, el sacerdote la aconsejaba y oraba junta a ella para que a su vida llegara un nuevo marido.  Ya que el problema, no era la falta de pretendientes, sino el ralamente conocer las palabras que luego de tanto piropo se queda entre los dientes. Ya que aun que era más bella cada día, las telarañas de los recuerdos se empeñaban en ocultar para alguien más sus encantos.
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