sábado, 18 de abril de 2020

“La borra de café con Mario Benedetti”

***La borra del café con Mario Benedetti ***
   (La hora del café)
Sin necesidad del verdugo despertador,
desperté, apenas se asomaba el sol, tímido
como indeciso de derretir la escarcha
de la nieve en plena primavera.

Estaba yo, no se si pensando, no se si soñando
solo en mi habitación azul, sin buscar fotos
no recuerdos del baúl, sino enfrentando
a la soledad... Pero mi transe fue interrumpido,
por un ruido forajido, que venía de la cocina.

Y allí estaba el, con la camisa arremanga,
sus tirantes del siglo pasado y una tasa
de café tostado, cuyo aroma corría
de habitación en habitación por la casa,
como queriendo convocar a las ausencias
y convertirlas en presencias.

Don Mario mirándome con sus ojos
de inocente, me dijo: -Veni sentate,
que es la borra del café,
querrás decir, la hora del café,
le repiqué, no, me dijo, te faltan
años para comprender.

Y qué haces aquí, en esta primavera
lúgubre, en esta ciudad en cuarentena,
en esta casa habitada por fantasmas
y aquí en la cocina, acaso no había
un lugar mejor. El contesto: uno va
a dónde lo llaman.

Y sabes que en esta excursión
hacia la muerte, uno siempre se está mudando
y en los pasillos de los sueños, a veces,
solo a veces, uno se topa con esos seres
inmortales, que con su humanidad te dejan
besos que duran para siempre.

Es lindo sentirse vivo y tener a alguien por testigo
y mucho mejor, si es un amigo y mejor aún
si es una amante que te conozca en esos momentos
de intensa entrega y pasión,
en los que uno se aferra a la vida,
sin importar si te deja una herida.

O acaso no has visto el cuerpo pendulante,
de una bella musa desnuda,
que no sabe si correr o entregarse,
porque de correr, se perderá para siempre
y si se entrega acabará siendo poesía,
que dejará de ser mía y pasa a ser,
del que la lee cuando suspira...

Mira por la ventana, me dice, yo me asomo,
que vez, me cuestiona, un día gris, con el
matiz de un invierno que no se quiere despedir,
yo en cambio me dice: - veo un cielo azul, poblado
de escaleras, porque eso son las nubes,
escaleras para traernos al cielo.

Sabes que el amor, es la más dulce medicina
y también la más amarga, pero la culpa es de uno,
por no enamorar, con la misma insistencia y
con esa infinita paciencia, con que uno se enamora.

Pero uno lo comprende, cuando ya han pasados
los años y uno va de mudanza en mudanza
y en ese guardar y sacar, uno se enfrenta al espejo y cae en la cuenta no de que se ha puesto viejo, porque aún los viejos se enamoran, sino que ha perdido la ilusión en la mirada.

Maestro y porque habla tanto de mudanzas,
es que acaso, no lo has entendido,
que desde que naciste te estás mudando
y aún en la muerte hay mudanzas,
unos se vuelven ángeles otros fantasmas;
algunos purgan amores imposibles,
otros se queman en el fuego de ese
amor que recuerdan.

Pero la vida es como el café,
aromática y deliciosa,
con azúcar o sin azúcar,
con crema o sin crema,
pero una vez consumida tu taza,
solo queda la burra del café,
que servirá para abonar la tierra.
Oxwell L’bu copyrights 2020
(Con frases de Mario Benedetti)

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