Mis castillos no eran de arena,
eran de barro, de esos que se
endurecen cuando les da el sol
y te dejan rastros en las uñas...
Eran quimeras inalcanzables quizás,
pero que te hacen caminar y no
seder ante el miedo a la incertidumbre;
eran sueños de un hombre que sueña
con los ojos abiertos y con las manos
en el arado.
Eran ilusiones que no se desvanecen,
porque viven en el corazón,
eran más que versos sobre el papel,
era poesía sobre la piel...
Poesía por la vida, por el amor
que al final, es quien nos hace trascender,
aún en medio de esa soledad acompañada.
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