El envejeció y eso no le importó, porque estaba enamorada de su alma…
Nunca fue solo su presencia, sus mirada expresiva, su porte de caballero o sus facciones varoniles, que ahora desdibujaba el tiempo. Era su forma de ver la vida, de vivirla y de asumir sus retos; era la forma en se expresaba y la miraba.
El envejecía y su amor por el no disminuía, porque como el otoño, se revestía de colores diferentes y aromas a tierra mojada; el envejecía y se curtía en la sabiduría que da la vida; no, no era lo que le decía sino como lo decía, no era como la provocaba, sino como encendía esa hoguera, donde arde perpetuamente, el amor y la pasión, en el centro del corazón.
Ella lo vió envejecer, él la vio transformarse en esa mujer, de alma grande; esa mujer que no solo provoca, sino la que evoca el verdadero amor.
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#Envejecer