“Después del aguacero”
Aquellas calles rebalsaban de alegría, ante la algarabía, de los patojos, que sin importar la estación, salían a retozar y a jugar, como que aquello, fuera lo único y más importante en la vida.
Llegaban los meses de lluvia a la capirucha y ante la incapacidad de los drenajes, para conducir el agua, se inundaban las calles, luego de aquellos tremendos aguaceros, sin faltar los truenos y rayos, y el, persignarse mijo de las abuelas.
No faltaban, tampoco los apagones o que simple y sencillamente, ante la tormenta, aquellas antenas de aluminio en los techos, eran incapaces de recibir la señal de la televisión.
Así que sin televisión y viendo a todos los amigos afuera, después del tremendo aguacero, como sompopos de Mayo, empezaban a salir los patojos de sus guaridas, algunos sin permiso, otros a escondidas, porque eso de jugar se lo tomaban muy en serio...
Y allí estaban los patojos, haciendo barquitos de papel, chapoteando el agua, jugando de guerreras, con bolitas de lodo o flotando en una tabla. Es que aquella perpetua alegría, era la sal de la vida, en los barrios, donde se podía ser feliz a diario.
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Foto: Héctor Gaitán Alfaro
#Aguaceros