“Ayer murió el poeta”
(A Rubén Dario)
Apenas se enteró y salió como un vendedor de periódicos a gritarlo a las calles: Ayer murió el poeta, ayer murió el poeta. -Pero que carajos está diciendo. Una mujer le replicó. El sin escucharle, volvió a gritar: -Ayer murió el poeta. Pero nadie más lo escuchó.
Se fue por un café y se sentó en un rincón. La cafetería se llenó y un hombre de barba, frente a el, se sentó. El hombre bebía su café, junto a las lágrimas que resbalaban por sus mejillas. El otro hombre a quema ropa le preguntó. -Y usted porqué llora? -Que, usted tampoco se ha enterado. - No, yo vivo despistado, de este mundo complicado. - Es que el poeta ayer murió. -Que poeta. -El príncipe de la poesía, quien lo diría, Rubén Darío. -Pero él, hace muchos años que murió. -No, no, si yo apenas me enteré. Y se quedó el hombre solo, llorando y lamentando la muerte del poeta.
Es que descubrir su poesía, para el fue una Epifania y enterarse que había muerto, la peor pesadilla. Hasta que comprendió que el poeta, sigue viviendo a travez de su poesía. Y si su poesía es excelsa se vuelve eterna.
Por eso, aunque las letras del poeta, tengan polvo, siempre, siempre hay un viento, que lo sacude y las renueva.
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