Como un niño en una dulcería,
se engolosinaba contemplando su belleza...
Y le sobraban los motivos para quererla,
porque ella se hacía querer, que aún un ciego,
podía percibir la belleza de su alma.
Y ante tal evidencia, quien necesita de razones
y motivos, para justificar un sentimiento,
que crece alegremente y sin control,
como la hierba.
se engolosinaba contemplando su belleza...
Y le sobraban los motivos para quererla,
porque ella se hacía querer, que aún un ciego,
podía percibir la belleza de su alma.
Y ante tal evidencia, quien necesita de razones
y motivos, para justificar un sentimiento,
que crece alegremente y sin control,
como la hierba.